Tradiciones como el filandón son las no debemos perder para mantener viva la sabiduría popular.
El Bierzo está impregnado de historia, cultura y también leyendas. Tristemente, las historias que ahora sabemos no corresponden ni a la mitad de la que nuestros bisabuelos conocían. Muchas de ellas se han ido perdiendo entre los saltos generacionales y, probablemente, nunca lleguemos a recuperarlas porque nunca se documentaron y llegó un punto en el que nos empezamos a comunicar menos. Llegaron las tecnologías y tradiciones como los filandones se fueron perdiendo. Ya no hacía falta hablar, la tele nos contaba las historias más sorprendentes que pudiéramos pensar. Eso sí, todas ellas de lugares muy lejanos y totalmente opuestos a la vida diaria de nuestra comarca.
Pero ahí estaba. Nuestros abuelos tomaron un papel más secundario, seguíamos en cierto modo oyendo pero desde luego no escuchándoles. Mucha de la sabiduría popular se iba perdiendo a medida en que ellos iban desapareciendo. Eso sí, nuestros conocimientos sobre Nueva York, París o Egipto iban creciendo.
Hoy desde Asodebi hablamos de los filandones, su importancia y lo que hemos ido olvidando por dejarlos de hacer.
El Filandón: lo que no podemos perder
Originarios de zonas de León, Asturias y Galicia esta tradición viene de los momentos después de cenar en los que las mujeres cercanas al núcleo familiar se juntaban para coser mientras contaban historias. Entre ellas, los más pequeños escuchaban todos los relatos, verdaderos o de ficción, que ellas contaban para, de alguna manera, evitar que se alejaran mucho o hicieran «cafradas».
Poco a poco estas pequeñas reuniones fueron tomando importancia y se convirtieron en una actividad casi diaria en la que los vecinos se juntaban, socializaban, se conocían más a fondo y compartían sus vivencias. Una forma de pasar las duras noches de invierno mucho más amenas. Gracias a ella, tradiciones, literatura y cultura se iban trasmitiendo y evitando que cayeran en el olvido.
A día de hoy, aún algunas zonas luchan por mantener esta tradición viva y con ella la sabiduría más ancestral de sus antepasados.
Anclarse en el pasado no es bueno, pero olvidar nuestras raíces tampoco lo es. Aún estamos a tiempo de volver a escuchar, entender y aprender todo lo que nos tienen que contar los más mayores. Apagar de vez en cuando la tele y los móviles y volver a conectar con nuestras raíces puede que nos devuelva un poco más a la vida real.
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