Seguimos con una nueva entrega de leyendas de El Bierzo. La santa Compaña, leyenda de especial devoción conocida por todos en Galicia, también forma parte de la cultura de El Bierzo. Es una arraigada leyenda que cuenta la historia de una tenebrosa procesión de ánimas en pena que se pasea por los pueblos y bosques de El Bierzo sembrando el terror.
Se hace el silencio cuando está cerca, como si los animales del bosque se rindieran a su presencia. Los perros aúllan y están agitados y los gatos huyen cuando presienten su llegada. Así es como la Santa Compaña recorre los caminos, ataviada con sus túnicas negras e iluminado su paso con la luz de sus cirios.
La Santa Compaña lleva un mensaje que debe ser entendido por aquellos que, por desgracia, tienen la “fortuna” de cruzarse con la Procesión. Aunque las personas que han sido testigo de su aparición abundan, la leyenda destaca por ser responsable de trasmitir respeto ante la sola idea de cruzarnos con el desfile de espectros.
Esta procesión de ánimas en pena aparece encabezada por una persona viva, un mortal que en sus manos lleva una vez una cruz y otras un caldero con agua. Junto a este, le siguen varios espectros encapuchados en una perfecta fila que queda acompañada por cánticos y rezos. Portando una vela, así como una pequeña campanilla, la Santa Compaña dará el pistoletazo de salida a su marcha en plena noche, levantando a su paso una densa niebla, viento y por supuesto olor a cera.
Según cuenta la leyenda, además de unos pocos elegidos que han presenciado el fenómeno, el mortal que encabeza la hilera de ánimas moría pocos días después debido a un repentino agravamiento en su estado de salud o bien se puede librar de su trágico final traspasando su cruz al desafortunado testigo que se cruzaba con la Santa Compaña, siendo este el nuevo “cabecilla” de las ánimas.
Pero podéis estar tranquilos, ya que en caso de que os crucéis con las ánimas en algunos de vuestros periplos por el Camino en la noche, escapar de ella tiene solución. Desde realizar un círculo e introducirnos en él, pasando por tumbarnos boca abajo en el suelo, rezar y la vía más fácil… salir corriendo.